Author Archives: Seminario Interdisciplinario de Estudios Medievales

voynich-4-full

El no-leído: el misterio del manuscrito Voynich [1]

Reed Johnson [2]

Traducción de Ana Carolina Abad.

Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.

Guardado en un acervo de libros raros en la Universidad de Yale, existe un manuscrito de finales de la Edad Media, escrito e ilustrado con vívidos dibujos de línea que han sido coloreados -a veces burdamente- con aguada. Estas ilustraciones van desde lo fantástico (legiones de grandes flores que no tienen relación con ninguna especie o variedad conocida) hasta lo bizarro (mujeres desnudas, posiblemente embarazadas, retozando en lo que parece un parque de diversiones con toboganes del siglo XV). Con sus vientres distendidos, delgados brazos y piernas y expresiones serias, las figuras desnudas son caprichosas, aún cuando su anatomía esta representada con franqueza –algo inusual en esa época. Los dibujos botánicos del manuscrito no son menos extraños: las plantas parecen ser quiméricas pues combinan partes incompatibles de diferentes especies e, incluso, de diferentes reinos. Raíces esféricas con tentáculos que toman forma de animales o de órganos humanos –de una de estas plantas brotan dos cabezas incorpóreas con expresiones de enfado. Pero, quizá, lo más raro de este libro es que nadie nunca lo ha leído.

Esto se debe a que el libro –conocido como manuscrito Voynich por el vendedor de libros raros que lo encontró hace un siglo– está escrito en una lengua desconocida, con un alfabeto que no aparece en ningún otro lugar más que sus páginas. El sistema de escritura es extrañamente bello, lleno de bucles y curvas fluidas. Una serie de letras distintivas, llamadas “patíbulos” por su forma, a veces se unen con otras letras o han sido embellecidas con elaboradas florituras, obra del escribano. El significado de estos glifos –ya sea información fonética, valores numéricos u otra cosa– es una suposición. Por sus ilustraciones, el manuscrito parece ser un compendio de conocimiento relacionado con el mundo natural; incluye una sección sobre plantas, otra que aparentemente detalla procesos biológicos, varios esquemas zodiacales y páginas dedicadas a los movimientos de cuerpos celestiales, como el tránsito de la Luna a través de las Pléyades. La escritura fluye suavemente de una letra a la siguiente; con base en la caligrafía se piensa que pudo haber sido el trabajo de por lo menos dos y hasta ocho escribanos experimentados, y que posiblemente requirió de años de trabajo.

voynich-4-full

Supe del manuscrito Voynich por primera vez en 2010. Estaba terminando una Maestría de Bellas Artes (Master of Fine Arts), especializada en literatura de ficción, en la Universidad de Virginia y, anticipando las funestas expectativas laborales, había decidido escribir un thriller al estilo de Dan Brown. Se trataba del “Libro M”, una especie de enciclopedia apócrifa de sabiduría esotérica, escrita a principios del siglo XV en un “lenguaje y letras mágicas” por Christian Rosenkreuz y los otros siete fundadores de la orden Rosacruz. El protagonista de la novela descubre que el Voynich, que data del mismo periodo, era de hecho el “Libro M”, largamente desaparecido, cuyos secretos, si eran descubiertos… bueno, ustedes conocen la trama. Pasé un sofocante verano en Virginia tratando de aprender como escribir un thriller barato (es más difícil de lo que parece) mientras dedicaba más y más tiempo a estudiar el Voynich. Hice un facsímil electrónico para mi iPad, usando imágenes de sus páginas en alta resolución, y pasé horas –que se convirtieron en días y semanas– revisando sus páginas, cautivado por los más insignificantes detalles de los márgenes. Un pequeño dibujo de un cadáver sosteniendo su estómago cerca de trozos desechados de comida, en el folio 66r, me impulsó de inmediato a ir a la biblioteca de la universidad para investigar sobre plantas venenosas, lo que me condujo a consultar farmacopeas medievales, lo que a su vez me llevó a indagar sobre las rutas comerciales entre Europa e India, transitadas por mercaderes árabes.

Al final del verano, no había logrado avance alguno en mi novela. Pero me sentía más cerca que nunca de descifrar el Voynich.

***

No era el único que creía que podía desentrañar los secretos del libro. La primera persona que sabemos poseyó el manuscrito fue el emperador del Sacro Imperio, Rodolfo II, que estaba tan interesado en él que lo compró a su dueño anterior por seiscientos ducados –alrededor de 90 mil dólares actuales. (De acuerdo con estudios de radiocarbono, el libro tenía alrededor de dos siglos de edad cuando el emperador lo compró). Rodolfo era un fanático de lo inusual –coleccionaba enanos y conformó un regimiento entero de su ejército con “gigantes”. Su fijación con la alquimia y lo oculto hizo que, durante su reinado, Praga se convirtiera en el principal centro de indagaciones místicas y protocientíficas.  Una figura importante de la corte de Rodolfo fue Jacobo Horcicky de Tepenec, el farmaceuta imperial, guardián de los jardines reales y el siguiente dueño del manuscrito Voynich. Tepenec había ganado los favores del rey cuando lo curó de una grave enfermedad. Había fabricado y vendido un élixir que era tan demandando que se convirtió en una especie del barón del aceite de serpiente del Renacimiento; era tan rico que el mismo emperador le pedía préstamos.

Casi todo lo relacionado con el manuscrito Voynich ha sido objetado a lo largo de los años y sus dueños no han sido la excepción. Pero hace una década, el infatigable experto en el Voynich, René Zandbergen (en cuya investigación me basé para escribir esto), estaba revisando unos archivos del siglo XVII cuando se topó con una carta que identificó al siguiente dueño del manuscrito: Georg Baresch, un alquimista que vivió en Praga durante la primera mitad del siglo XVII, quien pasó veinte años intentando descifrar su escritura. Desesperado por encontrar una solución, el alquimista mandó algunas páginas de muestra a un criptoanalista célebre en esos días, un erudito jesuita radicado en Roma llamado Athanasius Kircher, quien –incorrectamente, según se supo después– afirmaba haber descifrado los jeroglíficos del antiguo Egipto. El manuscrito intrigó a Kircher y trató de convencer a Baresch de cedérselo. Baresch se negó. Sin embargo, un amigo de Baresch, Marci, quien heredó el manuscrito, fue quien finalmente lo cedió al jesuita. Marci era un científico reconocido, médico del sacro emperador romano, a pesar de que en algún momento se le consideró hereje por sus especulaciones sobre la concepción y el desarrollo del embrión humano. En una carta que acompaña el manuscrito Voynich, Marci describe la obsesión de descifrar el manuscrito de su difunto amigo: “Para descifrarlo trabajó incansablemente, como es evidente en sus intentos que aquí le envío, y sólo renunció a la esperanza de lograrlo cuando murió.”

Si Kircher hizo algún progreso en el desciframiento del manuscrito no lo sabemos; después de que el libro llegó a Roma, fue escondido en los archivos jesuitas por casi tres siglos. Durante la supresión de la orden jesuita por la Iglesia, el manuscrito pudo haber sido trasladado a la biblioteca personal de la cabeza de la orden, Peter Beckx, para evitar que fuera confiscado por el papa. El ex-libris de Beckx adornaba el libro cuando Voynich lo compró en 1912.

Puede escribirse mucho sobre Wilfrid Voynich. Este polaco, que vivía en la Rusia imperial, fue encarcelado en Siberia por sus actividades revolucionarias. Escapó, vía Manchuria y China, a Londres donde conoció a su futura esposa Esther Boole, hija del famoso matemático George Boole, quien se convirtió en un famoso novelista. Boole estaba involucrada en las actividades revolucionarias rusas en Londres; se rumoraba que  la librería que Voynich y ella abrieron era un frente secreto para organizarse en contra del régimen zarista. Cualquiera que haya sido la razón para que Voynich entrara al negocio de los libros raros, parece ser que se asumió como librero y destacó como tal. Durante un viaje de negocios a un lugar que, en una conferencia sobre el manuscrito en 1921, describió vagamente como “un antiguo castillo en el sur de Europa” (más tarde identificado como Villa Madragone, en las afueras de Roma), Voynich se topó con el “manuscrito codificado” e inmediatamente reconoció la importancia del libro. Basándose en la carta de Marci, hallada en el manuscrito, Voynich se convenció de que el libro había sido escrito por el brillante fraile franciscano inglés del siglo XIII, Roger Bacon. Y, creyendo que probando la autoría de Bacon podría conseguir un alto precio en alguna subasta, Voynich contrató a William Newbold, profesor de filosofía en la Universidad de Pennsylvania y entusiasta criptógrafo, para que intentara descifrarlo.

La historia de Newbold ilustra perfectamente el perverso influjo que el libro tenía sobre sus posibles conquistadores: el profesor pasó los últimos años de su vida, mientras su visión disminuía progresivamente, trabajando en una posible solución que consistía en observar el texto a través de lupas y copiar los patrones de tinta que parecían formar cada letra –pequeños garabatos que Newbold creía eran el verdadero texto, escritos en un código formado por microgramas y anagramas. Aunque, en retrospectiva, este método parece absurdo (los garabatos se habían formado naturalmente cuando la tinta se secó y  craqueló), es un ejemplo de las muchas supuestas soluciones al manuscrito Voynich, que implicaron años de duro trabajo y una buena dosis de ilusión.

Una de las personas que ayudó a desacreditar las teorías de Newbold fue un hombre llamado William Friedman. Quizá el más importante criptólogo de la época moderna, Friedman fue el responsable de descifrar del Código Púrpura japonés durante la Segunda Guerra Mundial y colaboró en la creación de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos [Nacional Security Agency], al convertirse en su primer criptólogo en jefe. Friedman descubrió la decodificación a través de su futura esposa, Elizebeth, talentosa criptoanalista, mientras vivían en una granja sin gracia en el Medio Oeste de Estados Unidos, propiedad de un excéntrico millonario que les pagaba por analizar las obras de Shakespeare en busca de códigos ocultos que revelarían que su verdadero autor era Sir Francis Bacon (la pareja probó que la teoría era falsa). En los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, William y Elizebeth Friedman reunieron a un grupo de expertos, que esperaban les concedieran su licencia, y juntos dedicaron mucho tiempo a decodificar el Voynich. Pero después de tres décadas de esfuerzos, Friedman declaró que era imposible descifrar el código del manuscrito. Astutamente, ocultó su teoría en una nota al pie de página, en forma de anagrama, incluida en un artículo que no tenía ninguna relación con el manuscrito: afirmó que el Voynich era un ejemplo de una lengua construida o “artificial”, a pesar de estar datada antes de que este tipo de lenguajes se crearan en el mundo occidental.

voynich-5-full

Si las multitudes tienen alguna sabiduría, es posible que pronto veamos los frutos del más reciente proyecto para descifrar el manuscrito Voynich: crowdsourcing.[3] Una comunidad en línea ha crecido alrededor del manuscrito, fomentada por una red de blogs y una lista de contactos (Listserv) frecuentemente malhumorada. En esta lista se encuentran historiadores del arte –aficionados y profesionales–, programadores, lingüistas, físicos teóricos, carpinteros y veteranos discapacitados, que intercambian teorías y observaciones sobre el manuscrito. Un cerrajero retirado se comunica con la lista en un código tipo CamelCase.[4] A pesar de que el grupo es geográficamente diverso y se reciben mensajes a todas horas del día, procedentes de diversas zonas horarias, la mayoría de los miembros del grupo parecen ser varones, mayores de 50 años y bastante excéntricos. En el grupo, nadie adoctrina a nadie: todos estamos felices de pasar horas debatiendo los más insignificantes detalles de la fabricación de pergamino o discutiendo si el manuscrito no es más que una broma.

De hecho, la teoría de que el manuscrito es un fraude surge frecuentemente. El texto misterioso no puede resolverse –o, al menos, ese es el sentimiento general– porque no hay nada que resolver. Es decir, el libro es falso, elaborado ya en tiempos modernos ya en la Edad Media, y contiene en sus paginas símbolos sin significado.

La hipótesis sobre la falsedad del manuscrito no puede descartarse. Pero, si el Voynich es falso, está muy bien hecho. Un estafador del siglo XX debió conseguir 120 hojas de pergamino en blanco de 600 años de antigüedad, anticipando la invención de la datación por radiocarbono (que no existía cuando el manuscrito reapareció en 1912). Los académicos se mantienen divididos en cuanto a si el texto tiene significado o no. Sin embargo, la distribución de las letras y las palabras es todo menos fortuita, así lo demuestran el estudio estadístico de los rasgos, que generalmente se llevan a cabo en textos escritos en lenguas naturales –estudios que no se descubrieron sino hasta la década de 1930. Aún cuando no se ha descifrado una palabra, estudios recientes han mostrado que diferentes vocabularios coinciden con la división del manuscrito en secciones como la “herbal” y la “astronómica”, de modo que ciertas palabras que se encuentran en la sección con ilustraciones de plantas no aparecen cerca de los diagramas astronómicos y viceversa –exactamente lo que se espera en un importante texto organizado por temas.

Si bien muchos aficionados al Voynich rechazan la idea de que el texto no es significativo, la razón es tanto emocional como académica. Todos nosotros hemos dedicado tanto tiempo intentado descifrar el texto –algunos personas han estado en la lista por décadas– que sería una tragedia si se descubre que es un sinsentido. El origen del impulso por descodificar el documento es un profundo deseo secreto de encontrar un significado trascendente. Por lo menos, descubrir algo más que un sinsentido o una lista de compras o un registro de chistes obscenos de los monjes de 1426.

Pero por mucho que cada uno de nosotros se esfuerza por el ser el que descifre el código, pienso que pocos de nosotros en verdad quiere que el misterio se resuelva. Wilfrid Voynich estaba equivocado al pensar que descifrar el manuscrito lo volvería más valioso: la resistencia del libro a ser leído es lo que lo distingue. Indescifrable, el manuscrito existe en una especie de indeterminación cuántica –un espacio no definido que se reduciría a un solo significado en el momento en que el texto sea, finalmente, dimensionado y comprendido. No importa cuán emocionante pueda ser el texto, seguirá siendo una decepción por haber sido completado, clausurado -es decir, por ya no ser un misterio.

Nunca terminé mi novela sobre el manuscrito. Dudo que algún día lo haga. Tampoco estoy más cerca de decodificar el Voynich. Eso lo logrará alguien más, una persona más comprometida con ese tipo de cosas. Pero hasta entonces, disfrutaré el vivir en un mundo donde, a pesar de todos los gadgets y los avances tecnológicos, un libro de 600 años permanece ilegible y sin ser leído.

[1] Este texto fue publicado en el blog Page-Turner de la revista New Yorker el 9 de julio de 2013. Aquí la versión original http://www.newyorker.com/online/blogs/books/2013/07/the-unread-the-mystery-of-the-voynich-manuscript.html

[2] Reed Johnson es profesor de lengua y literatura eslava en la Universidad de Virginia; está trabajando en una nueva novela que no tiene nada que ver con el manuscrito Voynich.

[3] crowdsourcing es la práctica en la que se obtienen servicios, ideas o contenidos solicitando contribuciones a un gran grupo de personas, especialmente a una comunidad en línea, en vez hacerlos mediante el contrato tradicional a empleados y proveedores. Según el sitio de Merriam-Webster, la palabra se originó en 2006 por la unión de crowd (multitud) y outsoucing (subcontratación)]

[4] Escritura, común entre los programadores, donde cada elemento de una palabra completa o frase se escribe con mayúscula. Algunos ejemplos son PowerPoint, iPhone, etc. 

Acerca de la Collatio laureationis de Francesco Petrarca

José Luis Quezada Alameda.

Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.

La ceremonia y sus antecedentes

El 13 de abril de 1341, a la edad de 36 años, Francesco Petrarca fue coronado en el Capitolio de Roma con el laurel poético. Este evento que ha sido considerado por muchos como símbolo del inicio del Humanismo, es sin duda uno de los sucesos más espectaculares y fastuosos en que se haya visto involucrado literato alguno. Sin embargo cuando esta coronación se llevó a cabo, Petrarca había dado a conocer apenas unos cuantos poemas en latín, 15 para ser precisos, que conforman un total de 1386 versos. Además de haber iniciado la composición de una compilación histórica de biografías intitulada De viris illustribus y de la epopeya Africa, había escrito algunas rime, es decir, poesías en lengua vulgar, pero es imposible pensar que debido a éstas se le coronó. Este hecho nos indica ante todo que el título honorífico de poeta laureatus le fue concedido no tanto por su talento poético, ya que su incipiente obra literaria era apenas conocida por unos cuantos, sino por las estrechas relaciones que mantenía con personajes poderosos de su tiempo.

Los detalles en torno a la coronación y a los hechos que la antecedieron nos son ofrecidos por Petrarca mismo en muy diversos lugares de su obra[1]. En primer lugar, el laureado poeta nos narra en la epístola Posteritati de qué manera en un solo día recibió cartas tanto de Roma como de París en las que se le invitaba para ser coronado. Después de pedir consejo a su amigo y protector principal en esa época, Giovanni Colonna, Petrarca aceptó el ofrecimiento del Senado romano y desde su casa de campo en Vaucluse, Francia, emprendió el viaje hacia Nápoles para encontrarse allí con el rey Roberto de Anjou. Durante tres días el monarca angevino lo interrogó para decidir si era merecedor o no del laurel poético. En esas entrevistas discutieron fundamentalmente de Virgilio, de poesía, y Francesco le dio a conocer al rey algunos fragmentos de su Africa, Roberto mostró un gran entusiasmo por los versos que escuchó y solicitó que el poema le fuera dedicado. Petrarca aceptó la petición y tiempo después añadió al inicio de su epos los versos que contienen la dedicatoria al rey de Nápoles y Sicilia. Roberto de Anjou, complacido y satisfecho con las dotes poéticas de Franciscus Petracchi, dio su consentimiento para que la coronación fuera llevada a cabo. De esta forma Francesco Petrarca, princeps humanistarum, fue coronado en el Capitolio romano como magnus poeta et historicus por el senador Orso d’Anguillara. En ese momento le fue entregado también el Privilegium lauree, una suerte de título profesional que contenía las prerrogativas otorgadas al poeta, es decir, la posibilidad de enseñar poesía e historia en cualquier universidad y la concesión de todos los derechos y privilegios propios de un maestro de las artes liberales.

f13 (1)

Francesco Petrarca, “Trionfi , Canzoniere”, fl.13. Bibliothèque nationale de France, Mns. Italien 1019.

Del discurso

Para la solemne ceremonia Petrarca compuso el discurso conocido como Collatio laureationis. En esta composición son citados los siguientes autores: Cicerón, Claudiano, Estacio, Horacio, Juvenal, Lactancio, Lucano, Macrobio, Ovidio, Persio y Virgilio. El discurso comienza con estos versos de las Geórgicas (III, 291-292) de Virgilio: “Sed me Parnasi deserta per ardua dulcis / raptat amor”. Partiendo de la idea de que para el poeta es inevitable componer versos, así sea muy elevado, delicado o complejo el tema que se ha de tratar, Petrarca prosigue con su disertación, la cual puede dividirse sumariamente en tres partes: la primera es una discusión en torno a la dificultad de la labor poética originada a partir de los citados hexámetros virgilianos; la segunda trata sobre el carácter alegórico de la poesía; en la tercera se habla sobre las recompensas que obtiene el poeta debido a su labor. En este sentido, quizá el punto más importante del texto es la revaloración que Petrarca, basado en los Auctores, hace de la figura del poeta y de la poesía misma dentro un contexto histórico determinado, en este caso el suyo: la Italia aún medieval del siglo XIV.

Intertextualidad

Es conveniente señalar la estrecha relación que existe entre la Collatio laureationis y otros textos de Petrarca y también de otros autores. Un primer texto que debe ser mencionado es el canto IX del Africa donde Ennio y Escipión discuten sobre la naturaleza alegórica de la poesía en términos muy similares a los de la Collatio laureationis. La siguiente obra importante con la que la Collatio está relacionada es el De vita et moribus Domini Francisci Petracchi de Florentia cuyo autor es el più grande discepolo de Petrarca: Giovanni Boccaccio. En ésta que es una de las primeras biografías del cantor de Laura de las que hay noticia, Boccaccio recupera una gran cantidad de elementos utilizados por Petrarca, sobre todo en lo referente a la naturaleza de la poesía, además de que las coincidencias verbales son en muchos casos sorprendentes. Finalmente un tercer texto importante en este trabajo es la oración ciceroniana Pro Archia poeta, discurso en el que encontramos no pocas coincidencias con la Collatio laureationis motivadas por el tema mismo del cual se trata en ambos casos, es decir, la poesía, y por otro lado también por el hecho de que uno de los varios descubrimientos filológicos que Petrarca hizo fue el hallazgo en Lieja, no mucho tiempo antes de su coronación, de este discurso desconocido hasta entonces por el mundo medieval[2].

La Collatio laureationis y el mundo clásico

La Collatio laureationis es una obra especialmente atractiva desde el punto de vista de las Letras clásicas, sobre todo por la abundante cantidad de citas de autores latinos que Petrarca introduce, citas que a su vez reflejan el conocimiento que el aretino tenía de la tradición grecolatina, aun conociendo muy poco de la lengua griega. Este bagaje cultural, por llamarlo de algún modo, y la capacidad por parte del autor para justificar o apoyar sus argumentos en autores antiguos están magistralmente plasmados en este breve texto. Es importante también señalar que en esta recuperación del saber antiguo, Petrarca antecede, como en varias otras cosas, a los futuros humanistas.


[1] Véase al respecto el muy reciente artículo de J. De Keyser, “The Descendants of Petrarch’s Pro ArchiaClassical Quarterly 63 (2013), pp.292328.


[2] Especialmente la Epystola II, 1, en la que describe con gran detalle la ceremonia misma, vid. Rime, Bigi/Ponte (edd.) Opere di Petrarca pp. 382-386 y Epistulae Metricae. Briefe in Versen pp. 112-117.

Resultados – Convocatoria de becas 2013

Agradecemos a las personas que participaron en la convocatoria de becas de nuestro seminario, recibimos propuestas de trabajo muy diversas, desde El Corán hasta adaptaciones cinematográficas de textos, cábala y literatura en francés. Hemos concluido el proceso de selección y decidimos que los proyectos que tendrán apoyo del seminario son:

- Marginalidad y subversión de las weird sisters en dos adaptaciones cinematográficas de Macbeth.

- El Corán latino de Robert de Ketton (s. XII): Introducción y análisis del capítulo XII; la sura de José, vv. 1-57

- La Collatio Laureationis de Petrarca. Traducción y comentario.

Agradecemos nuevamente su participación e interés y esperamos contar con ustedes en los eventos que organizará el seminario durante este año.