Category Archives: Lenguas vernáculas

HISTORIA LITERARIA DE LA EDAD MEDIA (SIGLOS IV-XVI)

CURSO CON VALOR CURRICULAR

Facultad de Filosofía y Letras-UNAM

Seminario Interdisciplinario de Estudios Medievales

Educación Continua

 

Del 3 de abril al 28 de agosto de 2019: 32 horas (16 sesiones)

Miércoles, 18:00 a 20:00 hrs.

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Presentación

La civilización medieval fue creadora de una poderosa y basta cultura literaria: heredera y continuadora de la literatura clásica (tanto pagana como cristiana), condensadora y difusora de las literaturas germánicas, celtas, islámicas, eslavas, forjará, a lo largo de los siglos, uno de los pilares de la cultura occidental. En este curso haremos una revisión de la historia literaria y de lo que vincula a estas al desarrollo social, político y económico de la civilización del Occidente medieval, así como los significados culturales que contienen. Es decir, analizaremos la historia del Occidente medieval a través de su producción literaria: poesía, historiografía, vidas de santos, novela de caballería, literatura científica, serán nuestras guías temáticas en este curso. Partiremos de la coyuntura social y económica que significó el incipiente desarrollo de las primeras ciudades en el siglo XI y el fortalecimiento de instituciones fundamentales para la civilización medieval: la sociedad feudal, la Iglesia y la monarquía. Haremos asimismo una revisión amplia de los factores sociales, económicos y culturales que propiciaron la aparición de lo que conocemos como el renacimiento del siglo XI-XII, que en muchos sentidos será el “renacimiento” del latín de la época patrística y carolingia, sus métodos de enseñanza, sus preceptivas poéticas y sus propuestas narrativas, mismas que habrán de marcar profundamente los diferentes géneros literarios que habrían de desarrollarse en los siglos posteriores de la Edad Media. Analizaremos el impacto social y cultural de las coyunturas experimentadas por la civilización occidental en los siglos XII-XV, tales como el desarrollo económico de las ciudades, las nuevas actividades económicas y la aparición de la burguesía, el fortalecimiento de las monarquías, el fortalecimiento institucional de la Iglesia, la ruptura del “mundo feudal” y, en este sentido, el desarrollo de una “cultura laica” frente a la cultura propuesta por los eclesiásticos —fenómenos todos, que habrán de moldear la historia literaria de la civilización del Occidente medieval.

Público al que va dirigido:

Este curso va dirigido a un público heterogéneo (sean o no especialistas en la materia), interesados en la ampliación de sus conocimientos personales y de sus propias disciplinas. Público interesado en el tema de la literatura en general y en la literatura y la historia medieval en lo particular, así como estudiantes de licenciatura y posgrado de historia, letras y humanidades en general.

Metodología:

La dinámica del curso consistirá en generar la discusión dentro del aula sobre el desarrollo de la historia literaria de la Edad Media, de su producción y circulación, de su impacto y recepción. Esta discusión estará fundamentada en las lecturas asignadas para cada sesión temática. Las lecturas son de carácter obligatorio. Durante las sesiones se espera la participación activa y constante de los alumnos, esto con la finalidad de generar discusión en el aula.

Forma de acreditación:

El curso se acreditará con un breve ensayo final sobre alguno de los temas abordados a lo largo de las sesiones. La extensión máxima será de cuatro cuartillas.

Objetivos:

La propuesta de este curso tiene una duración de 16 sesiones (de dos horas cada una), dedicado a abarcar los siglos centrales de la Edad Media hasta el Humanismo del siglo XVI.

El objetivo de este curso es estudiar y analizar los procesos sociales, políticos, económicos y culturales que configuran la historia de la cultura escrita del Occidente medieval. La propuesta es analizar la producción literaria de la Edad Media, su circulación e impacto social; así como la transmisión y difusión de las distintas literaturas que surgieron en este periodo y su estudio como fenómeno cultural, procesos que moldearon y marcaron profundamente la historia de Occidente. De esta forma, el propósito es familiarizar a los alumnos con la historia de la cultura escrita de la Edad Media y, de modo paralelo, analizar el desarrollo historiográfico del medievalismo, sus aportes, limitantes y problemáticas dentro del campo historiográfico contemporáneo.

En los últimos años, la historiografía y la crítica literaria han insistido en lo fundamental que es estudiar el fenómeno de la producción, recepción y circulación de la literatura en la sociedad del Antiguo Régimen, pues, en muchos sentidos, lo que tradicionalmente consideramos literatura —es decir, materia de una disciplina diferente de la historia—, se ha revelado como una de las fuentes de mayor riqueza para estudiar la historia, la cultura y la sociedad de la Edad Media. Por ello, esta propuesta de asignatura estará dedicada a estudiar la aparición, producción y circulación de las diferentes manifestaciones literarias, tanto en latín como en lenguas vernáculas, que conforman lo que conocemos como cultura escrita del Occidente medieval.

Nuestra propuesta es estudiar la aparición, producción y circulación de las diferentes manifestaciones literarias, tanto en latín como en lenguas vernáculas, que conforman lo que conocemos como cultura escrita del Occidente medieval.

La propuesta del curso es ofrecer que los alumnos:

-         Identifiquen los factores que confluyeron en la conformación, circulación y recepción de la cultura escrita en Occidente durante los siglos XI al XVI.

-         Identifiquen la trascendencia de la literatura en el desarrollo económico, político, social y cultural de la civilización occidental durante la Edad Media.

-         Adquieran elementos teóricos, metodológicos y analíticos elementales de la historia de la literatura, de la lectura y de la cultura escrita, para adentrarse en el estudio de la historia medieval y de las sociedades del Antiguo Régimen.

Temario

1. Mtro. Israel Álvarez Moctezuma

Libros y lectores en la Edad Media

2. Mtro. Aldo Toledo Carrera

Supervivencia de la cultura pagana tras la caída del Imperio romano occidental

3. Dr. Daniel Gutiérrez Trápaga

Literatura artúrica

4. Dr. Antonio Rubial García

Hagiografía 

5. Dra. Elizabeth Treviño

Mujeres y letras en la Edad Media

6. Mtra. Rosario Valenzuela Munguia

Lo maravilloso en la literatura medieval

7. Mtro. Gregorio de Gante

La enseñanza del griego en la Edad Media

8. Mtro. José Luis Quezada Alameda

La poesía latina de Francesco Petrarca

INFORMES E INSCRIPCIONES

http://ec.filos.unam.mx/inscripcion/

El Merlin de Bristol

El Merlin de Bristol, perdido durante siglos, reaparece en la Biblioteca Central de dicha ciudad.

Un descubrimiento al azar ha revelado fragmentos originales manuscritos de la Edad Media, escondidos en una serie de libros del siglo XVI en la profundidad del archivo de la Biblioteca Central de Bristol, que cuentan parte de la historia del mago Merlín, uno de los personajes más famosos de la leyenda artúrica.

Detalle de uno de los fragmentos que muestra el nombre de Merlín. Crédito de la imagen: Universidad de Bristol

Detalle de uno de los fragmentos que muestra el nombre de Merlín. Crédito de la imagen: Universidad de Bristol

Académicos de las Universidades de Bristol y Durham analizan los siete fragmentos de pergamino que se cree que provienen del grupo de textos en francés antiguo conocido como el Ciclo de la Vulgata o Ciclo de Lanzarote-Grial, que se remonta al siglo XIII. Partes del Ciclo de la Vulgata, probablemente fueron usadas por Sir Thomas Malory (1415-1471) como fuente de su Le Morte D’Arthur (publicado en 1485 por William Caxton). La obra de Malory es en sí misma la fuente de muchas versiones modernas de la leyenda artúrica en inglés, pero ninguna versión conocida hasta ahora ha demostrado ser exactamente igual a la que Malory usó. Además, uno de los elementos más emocionantes de este hallazgo en particular es que los fragmentos de Bristol contienen evidencia de diferencias sutiles, pero importantes, con la trama del relato tradicional.

Michael Richardson, de las Colecciones Especiales de la Biblioteca de la Universidad de Bristol, descubrió los siete fragmentos de pergamino manuscritos, al buscar materiales para estudiantes que estudian historia del libro para la nueva maestría en Estudios Medievales. Los fragmentos se encontraron dentro de una edición de cuatro volúmenes de las obras del erudito y reformador francés Jean Gerson (1363-1429) y, al reconocer varios nombres artúricos conocidos, Michael contactó a la Dra. Leah Tether, Presidente de la Sociedad Artúrica Internacional (Rama Británica), del Departamento de Inglés de Bristol para ver si los hallazgos eran relevantes. La Dra. Tether reconoció de inmediato el texto del que provenían y reunió a un equipo de expertos, incluyendo a su esposo, el historiador medievalista y especialista en manuscritos, el doctor Benjamin Pohl, del Departamento de Historia de la Universidad de Bristol y la doctora Laura Chuhan Campbell, especialista en las novelas de Merlín en francés antiguo de la Universidad de Durham, quienes continúan con la investigación.

Sumando su conocimiento, el equipo intentará descubrir más sobre el trayecto de los fragmentos a Bristol, incluyendo cuándo y dónde se hicieron y cómo llegaron a encuadernarse en los volúmenes de Gerson. Juntos, los miembros del equipo elaborarán una transcripción y edición completas de los fragmentos, junto con una descripción del contexto de su manuscrito, para permitir que los académicos de todo el mundo interactúen con el Merlin de Bristol.

La doctora Tether dijo:

Estos fragmentos de la Historia de Merlín son un hallazgo muy emocionante, que pueden tener implicaciones para el estudio no sólo de este texto, sino también de otros textos, relacionados y posteriores, que han formado nuestra comprensión moderna de la leyenda artúrica. El tiempo y la investigación revelarán qué más secretos sobre las leyendas de Arturo, Merlín y el Santo Grial podrían contener estos fragmentos. El Suroeste [de Inglaterra] y Gales están, por supuesto, estrechamente vinculados con los muchos lugares que se hicieron famosos por la leyenda de artúrica, por eso es aún más especial encontrar un fragmento temprano de la leyenda: uno anterior a cualquier versión escrita en inglés, aquí en Bristol.

 Pie Foto 1: De izquierda a derecha: Leah Tether, Laura Chuhan Campbell, Michael Richardson y Benjamin Pohl con los libros en la Sala de Libros Raros de la Biblioteca Central de Bristol Crédito de la imagen: Universidad de Bristol


Pie Foto 1: De izquierda a derecha: Leah Tether, Laura Chuhan Campbell, Michael Richardson y Benjamin Pohl con los libros en la Sala de Libros Raros de la Biblioteca Central de Bristol
Crédito de la imagen: Universidad de Bristol

Los libros en los que se encontraron los fragmentos se imprimieron en Estrasburgo entre 1494 y 1502. En algún momento, estos libros llegaron a Inglaterra (probablemente sin encuadernar) y el estilo de la encuadernación sugiere que pudieron haber sido encuadernados por primera vez aquí [en Inglaterra] a principios del siglo XVI. En ese momento, los fragmentos del manuscrito pudieron estar simplemente languideciendo en el taller de encuadernación entre una selección de “materiales de desecho” que se utilizaban a menudo en las encuadernaciones de este período. El pergamino a menudo se reutilizaba de esta manera porque era un artículo costoso: no siempre valía la pena utilizar hojas nuevas para fines incidentales, como lo serían las encuadernaciones.El daño a las hojas sugiere que, en este punto de su historia, los fragmentos se habrían incluido en la encuadernación como guardas pegadas (es decir, las hojas que se pegan a las tablas en la cubierta delantera y trasera de los libros, que conectan las páginas con la encuadernación). Los libros luego parecen haber sido reencuadernados en su forma actual en una fecha posterior, por lo que las guardas fueron “levantadas” y se convirtieron en hojas volantes (es decir, las páginas de “repuesto” que se encuentran en la parte delantera y trasera de los libros [también conocidas como hojas de respeto o cortesía]).

La doctora Tether agregó:

Dado que sospechamos que hubo una octava hoja (que ahora falta en el frente del cuarto volumen), creemos que el proceso de levantamiento de las guardas llevó a que una hoja se dañara irreparablemente y entonces ésta fue simplemente desechada. De hecho, las otras hojas tienen un daño significativo por el mismo proceso, por lo que si bien esto es una conjetura, parece verosímil. Las siete hojas representan una secuencia continua del relato de la Estoire de Merlin (aunque están encuadernadas fuera de orden cronológico en su forma actual), específicamente de una sección conocida como la Suite Vulgate de Merlin (Continuación del Merlin del Ciclo de la Vulgata).

Los eventos comienzan con Arturo, Merlín, Galván [Gawain] y varios caballeros más, incluyendo al Rey Ban y al Rey Bohors, quienes se preparan para la batalla en Trebes contra el Rey Claudas y sus seguidores. Merlín ha estado planeando la estrategia de ataque. Sigue una larga descripción de la batalla. En un momento dado, las fuerzas de Arturo parecen asediadas, pero un discurso de Merlín, instándolas a evitar la cobardía, las lleva a luchar de nuevo. Merlín encabeza la carga usando el estandarte especial del dragón de Sir Kay que el propio mago le había regalado a Arturo, el cual exhala fuego verdadero.Al final, las fuerzas de Arturo triunfan. Los reyes Arturo, Ban y Bohors, y los otros caballeros, se alojan en el castillo de Trebes.

Esa noche Ban y su esposa, la reina Elaine, conciben un hijo. Entonces, Elaine tiene un extraño sueño sobre un león y un leopardo, el segundo de éstos parece prefigurar al futuro hijo Elaine. Ban también tiene un sueño aterrador en el que oye una voz. Se despierta y va a la iglesia. Se nos dice que durante la estancia de Arthur en el reino de Benoic durante el siguiente mes, Ban y Bohors son capaces de continuar luchando y derrotan a Claudas, pero después Arturo sale a ocuparse de los asuntos de sus propias tierras, Claudas triunfa de nuevo.El relato luego pasa a la explicación parcial que hace Merlín de los sueños de Ban y Elaine. Luego, Merlín se encuentra con Viviana, quien desea saber cómo hacer dormir a las personas (ella quiere hacerle esto a sus padres). Merlín se queda con Viviana durante una semana, aparentemente enamorándose de ella, pero se resiste a dormir con ella. Merlín luego regresa a Benoic para reunirse con Arturo y sus compañerosEn los fragmentos recién descubiertos, tiende a haber descripciones más largas y detalladas de las acciones de varios personajes en ciertas secciones, especialmente respecto a la acción en batalla. Donde Merlín da instrucciones sobre quién dirigirá cada una de las cuatro divisiones de las fuerzas de Arturo, los personajes responsables de cada división son diferentes de la versión del relato que conocemos. A veces sólo se cambiaron pequeños detalles, por ejemplo, el rey Claudas es herido a través de los muslos en la versión conocida, mientras que en los fragmentos no se dice nada dela naturaleza de la herida, lo que puede llevar a diferentes interpretaciones del texto debido a que las heridas del muslo a menudo son utilizadas como metáforas de impotencia o castración.

La doctora Tether agregó: “Hay muchas más diferencias, pero debido al daño a los fragmentos, llevará tiempo descifrar su contenido correctamente, tal vez incluso requerirá el uso de tecnología infrarroja. Estamos todos muy emocionados por descubrir más sobre los fragmentos y qué información nueva pueden contener”.

Universidad de Bristol, 30 de enero de 2019.

 

Traducción de Daniel Gutiérrez Trápaga. @dgtrapaga

 

Coloquio Internacional «Claribalte y sus libros: 500 años»

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PROGRAMA

Miércoles 28 de noviembre 2018
Sala Alfonso Reyes
Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios
El Colegio de México

10:30 Inauguración

11:00 hrs. Conferencia magistral

Alberto del Río Nogueras (Universidad de Zaragoza)
“‘E quiso comprender en sí los onores spirituales’. La trayectoria del héroe en el Claribalte y los designios de la casa de Austria”

Presenta: Aurelio González

12:00 Receso

12:30 Mesa 1
Claribalte: el narrador y sus personajes

Moderador: María Agueda Méndez

Aurelio González Pérez (El Colegio de México). “La figura del caballero en Claribalte”

Juan Pablo Mauricio García Álvarez (Universidad de Guadalajara). “Decoro caballeresco en Claribalte: construcción de un caballero humanista”

Nieves Rodríguez Valle (El Colegio de México). “‘Era persona muy sabia. El Claribalte y sus sabios”

Aurelio Iván Guerra (Universidad de Sonora). “La nigromancia de Oviedo. El conocimiento oculto del narrador en el Claribalte de Gonzalo Fernández de Oviedo”

14:00 Receso

16:30 Conferencia magistral

María José Rodilla León (UAM-I)
“Reyes, príncipes y nobles en el Claribalte”

Presenta: Karla Xiomara Luna Mariscal

17:30 Receso

17:4 5 Mesa II
Claribalte: estructura, discurso y poética

Moderador: Luz Elena Gutiérrez de Velasco

Karla Xiomara Luna Mariscal (El Colegio de México). “El Claribalte: poética y variaciones”

Valeria Añón (Universidad de Buenos Aires y La Plata). “Narrar las pasiones: del Claribalte a la Historia general… de Gonzalo Fernández de Oviedo”.

Daniel Gutiérrez Trápaga (UNAM, FFyL). “Y con aquesto haze fin el primero libro, o parte, de la historia y crónica del emperador don Félix”: finales y continuaciones posibles en los libros de caballerías

Gabriela Martin (UNAM, FES-Acatlán). “El discurso de los infortunios en el Claribalte de Fernández de Oviedo”
Jueves 29 de noviembre 2018
Aula Magna
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional Autónoma de México

11:00 Conferencia magistral

José Julio Martín Romero (Universidad de Jaén)
“Comportamientos, usos y peligros de la vida palaciega en Claribalte”

Presenta: Axayácatl Campos García Rojas

12:00 Receso

12:30 Mesa III
El Claribalte y sus motivos

Moderador: Carlos Rubio Pacho

Axayácatl Campos García Rojas (UNAM, FFyL). “La lengua del gigante en el Claribalte”

Andrea Flores García (UAM-I). “Prendas para cubrir el rostro: La función de la toalla en el Claribalte”

Nashielli Manzanilla (El Colegio de México). “La visión de los torneos en el Claribalte”

María Gutiérrez Padilla (UNAM, FFyL/FES-Acatlán).”Piedras maravillosas en los libros de caballerías”

14:00 Receso

17:00 Mesa IV
Libros de caballerías

Moderador: Gabriela Martin

Carlos Rubio Pacho (UNAM, IIFL). “La maldad inmotivada: Arcaláus y Amadís de Gaula”

Lucila Lobato Osorio (UNAM, FES-Acatlán). “Alivio transitorio para la cuita de amor en el Libro Primero de Clarián de Landanís”

Rosalba Lendo Fuentes (UNAM, FFyL). “El personaje de Morgana en Espejo de caballerías (Libro segundo)”

Julio E Macossay Chávez (UNAM, FFyL). “La recepción negativa del Amadís en la novelística del siglo xix y xx: el caso de Larra y Hugo Hiriart”

Comisión Organizadora

Aurelio González (El Colegio de México)
Karla Xiomara Luna Mariscal (El Colegio de México)
Axayácatl Campos García Rojas (Universidad Nacional Autónoma de México)

Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México
Cátedra Jaime Torres Bodet
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México
Secretaría Académica, Coordinación de Investigación (UNAM)
Seminario de Estudios sobre Narrativa Caballeresca (UNAM)
Coordinación de Relaciones y Asuntos Internacionales de la DGCI (UNAM)

 

Día de Muertos

Israel Álvarez Moctezuma.

Facultad de Filosofía y Letras-UNAM

El célebre historiador francés Marc Bloch decía que los historiadores no tendríamos por qué estar peleando por los “orígenes” de tal o cual cosa. La fiesta de día de muertos en México ofrece un momento paradigmático sobre este tipo de problemáticas.

Problemáticas, muchas de ellas baladíes, en tanto producto de la mercadotecnia turística del estado mexicano y de sus dependencias culturales absolutamente dispuestas a promover su idea de “identidad” a partir de slogans del tipo “El día de muertos es una de las tradiciones más representativas que hoy conmemoramos en México.” Lo que no es baladí es el impacto que este discurso ha tenido y tiene en la mayoría del público no especializado.

[Wellcome Library, 17th c.]

 

Lo que sabemos de cierto de las festividades del día de muertos es que ni en el área mesoamericana ni andina prehispánicas tenían una celebración particular, o por lo menos no hay evidencia de ello. Será Odilon abad de Cluny quien en el año 998 instituirá la fiesta del “Día de los difuntos” el 2 de noviembre. Lo hacía para incorporar al calendario cristiano antiguas festividades celtas y germanas en donde se activaban los mitos antiguos en donde los seres de otro mundo tenían permiso para visitar transitoriamente a los vivos. Las intenciones evangelizadoras eran más que evidentes.

Con el paso de los siglos, el calendario y el santoral cristiano se llenarán de fiestas dedicadas a conmemorar los días de muertos, sin que las autoridades eclesiásticas tengan reparo en sustituir festividades agrícolas paganas para hacerlas coincidir con las fiestas de los santos (esos muertos especiales). Así, el halloween anglosajón, el samahín celta, los lares latinos, serán incorporados dentro de un ciclo de fiestas que iban del 31 de octubre al 11 de noviembre en el marco mayor de celebraciones litúrgicas anuales, en donde los disfraces, las comidas votivas, los altares y ofrendas de muertos, las danzas y procesiones, formaban parte medular de un carnaval de otoño en donde el ánimo luctuoso era más bien de jolgorio y borrachera.

Con la mortandad masiva causada por la peste negra a principios del siglo XIV, las fiestas de muertos cobrarán mayor pujanza: así aparece la muerte como personaje en las artes plásticas, la música y la literatura medievales, con toda su pléyade de creaciones, en donde las “Danzas macabras” —danzas procesionales en donde la muerte cantaba y danzaba con personajes enmascarados que representaban a toda la sociedad medieval— encontrarán tal vez su mayor cristalización.

Así, al momento de la conquista y colonización del Nuevo Mundo, la sociedad europea cargaba ya con varios siglos de fiestas de muertos y, en particular, en el mundo hispánico, será durante los siglos XVI y en especial en el XVII, en donde la muerte se vuelve un motivo central de la cultura barroca, tanto de la culta como de la popular:

«¿Qué otra cosa veis en el mundo sino entierros, muertos, sepulturas? ¿A qué volvéis los ojos que no os acuerde de la muerte?», escribía Francisco de Quevedo en el siglo XVII.

Danza de la muerte siglo XV

Así, la fiesta de muertos será utilizado por los frailes de la evangelización como un elemento más para incorporar a las sociedades indígenas a la cristiandad. En ese sentido, la fiesta de muertos en México se vuelve una fiesta indígena, pero colonial, no prehispánica. Alfeñiques gallegos, panes de muerto (que existen por lo menos en diferentes regiones de Italia, España, Alemania, Austria y Suiza), velas, flores, adornos de papel, comidas campesinas en los cementerios parroquiales, se incorporan al día de muertos colonial, construyendo una imaginería que podemos llamar sin tapujos mezcolanza (de elementos europeos medievales y barrocos e indígenas), y no un sincretismo —por lo demás, un concepto caro de los letrados del régimen priista, como Octavio Paz y Carlos Fuentes—, sino como una estrategia de los sectores subalternos para sobrevivir ante el embate de imposición cultural imperial.

Elsa Malvido demostró cómo el estado mexicano posrevolucionario, en especial el del cardenismo, arrancó a la iglesia el día de muertos para constituirla en la fiesta mexicana–indígena por antonomasia. Y en verdad que no era complicado: oriundo, como era el general Lázaro Cárdenas, de Michoacán, les resultaba intensamente atractivo expropiar los sensuales y coloridos altares de muertos de la región de los lagos purépechas para difundirlos por todo lo alto y capitalizar la fiesta de día de muertos como expresión máxima de la mexicanidad, imponiendo una estética que todos nosotros tenemos muy presentes. En este sentido la película Macario, de Roberto Gavaldón (1960) será un hito en la construcción de esta estética oficial del día de muertos. Será, pues, el indigenismo y el nacionalismo posrevolucionario del siglo XX mexicano con su publicidad oficial, quienes retomarán las tradiciones indígenas y campesinas y las promoverán diciendo que eran prehispánicas y milenarias.

En este sentido, lo único que queda claro es que la cultura es todo menos estática: “La cultura no se crea ni se destruye, solo se transforma”, decía en forma socarrona Antonio Rubial en sus clases. Por ello, hablar de lo “original” —en este caso de los “verdaderos orígenes” del día de muertos— raya casi siempre en esencialismos, esos esencialismos que eran tan caros a los estados totalitarios del fascismo.

Resulta también, por lo menos preocupante, que en un país en donde los últimos 11 años han muerto más 120 mil personas (la mayoría asesinadas de forma violenta) tengamos explicaciones de los por qué de esta tragedia remitiendo a argumentos falaces y absurdos en donde, dicen, los mexicanos tenemos una relación intima y milenaria con la muerte, nos reímos de ella, pues, claro, desde nuestros ancestros indígenas, quienes sacrificaban y hacían fiestas de muertos, se denota esta intimidad del mexicano con la muerte. Idea que, por lo demás, Octavio Paz en el tristemente célebre Laberinto de la Soledad, se encargó de difundir eso “el mexicano” no le teme a la muerte y juega con ella.

Lo que tenemos claro es que los mexicanos no le tenemos miedo ni al pan de muerto ni a los tamales de las ofrendas, mucho menos a las fiestas que se celebran en estos día, mismas que se conocen en ciertos sectores clasemedieros urbanos como “la Navidad mexicana”.


Nota del editor: Este texto se publicó en una primera versión en la Jornada de Oriente*

http://www.lajornadadeoriente.com.mx/puebla/dia-de-muertos-4/

Arturos, Amadises, Quijotes: ciclos literarios, continuaciones y reescrituras

Daniel Gutiérrez Trápaga[1]

Facultad de Filosofía y Letras-UNAM

El historiador francés Jacque Le Goff, retomando las palabras de Jean-Marie Fritz, apuntó que el Grial y los amores de Tristán e Iseo fueron los mitos más importantes surgidos en el Occidente medieval.[1] Más allá de la hipérbole, la sinécdoque anterior subraya la trascendencia de la literatura artúrica. Luego, para entender el legado de este amplísimo corpus literario no basta con centrarse en los personajes conocidos de la Materia de Bretaña, Arturo, Ginebra, Merlín, etcétera, o sus motivos y fórmulas literarias.

La literatura artúrica también forjó y legó una enorme variedad de recursos narrativos, poéticos y formales a la ficción occidental. Muchos de estos recursos surgieron de las convenciones, prácticas y condiciones de producción textual propias de la Edad Media. Los orígenes de esta tradición se remontan a la crónica ficticia del galés Geoffrey de Monmouth, la Historia regum Britanniae (h. 1135-1136). Esta obra representa la fundación del universo literario artúrico y desencadenó la escritura de un sin fin de textos, trascendiendo la barrera culta del latín, para manifestarse en casi todas las lenguas y geografías de Europa. Gracias a la monarquía angevina y a la nobleza de la actual Francia, el texto de Geoffrey de Monmouth y el universo artúrico de la Historia comenzó a transformarse.

Las modificaciones de la Historia regum Britanniae iniciaron un proceso constante de rescritura, tanto de índole formal (al versificarlo y traducirlo al francés antiguo para las cortes) como de contenido (al ampliar o reducir personajes, episodios y líneas argumentales).[2]Gran parte de las reescrituras medievales fueron hechas por clérigos francófonos que adaptaron obras latinas para la nobleza, entre ellos Wace y el más conocido Chrétien de Troyes. La adaptación de textos latinos al octosílabo pareado francés fue un procedimiento común a lo largo del siglo xii, cuando, además de historias artúricas, se adaptaron textos latinos como la Eneida y distintas versiones de la historia troyana o de Alejandro Magno. Con estas adaptaciones surgió el término roman, aún empleado en francés para designar a la novela, de la expresión “mettre en roman”, es decir traducir a una lengua romance. Dichas adaptaciones no pretendían ser una traducción literal, sino que partían del concepto retórico de la imitatio y estaban condicionadas por un rasgo central de la textualidad medieval: la mouvance o la variación textual.

La imitatio era una práctica común en el aprendizaje y el quehacer literario de la clerecía medieval que consistía en transformar el texto de origen en uno nuevo que resaltara las virtudes del primero, pero que implicaba añadir nuevos materiales y adaptarlo para un público nuevo.[3]Por su parte, la inestabilidad textual o mouvance describe la constante variación de la literatura medieval en todos los niveles textuales, tanto por errores de copistas, como por modificaciones intencionales.[4]A partir de estos dos conceptos, el proceso de reescritura de la literatura artúrica continuó la creación de extensos relatos franceses en prosa que conformaron los ciclos artúricos más importantes del siglo xiii: el Lancelot-Graal o Vulgate, el Tristan en prose y el malogrado ciclo Post-Vulgate. El primero fue el más completo y complejo, compuesto por cinco novelas (Estoire del Saint Graal, Estoire de Merlin, Lancelot, Queste del Saint Graal, Mort Artu) que alcanzan miles de páginas en las ediciones modernas y cuyos textos sobreviven en centenares de copias manuscritas que circularon en toda Europa. Este ciclo intentó abarcar la historia completa del universo artúrico, desarrollada alrededor del Grial, desde sus orígenes cristianos hasta el trágico fin del reinado artúrico. Dicho proceso de conformación de ciclos no fue exclusivo de la literatura artúrica, pues también se desarrollaron en la actual Francia vastos ciclos épicos sobre Carlomagno, las cruzadas, sobre la genealogía del personaje de Guillermo de Orange y sobre los barones rebeldes.

El término “ciclo” describe un grupo de textos que relata una historia común que se desarrolla dentro de un mismo mundo de ficción con los siguientes rasgos narrativos: un relato amplio formado por múltiples textos con unidad cronológica y temática. Un ciclo suele estar compuesto por obras de distintos autores, produciendo un relato raramente uniforme y definido por su afán de amplitud y exhaustividad. Es decir, un ciclo pretende abarcar narrativamente todos los aspectos e historias que componen un universo de ficción. Los ciclos medievales tienen además a la reescritura como un elemento central de su poética derivada de la mouvance y la imitatio.[5]

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Los ciclos artúricos franceses circularon ampliamente en la Península Ibérica, tanto en sus versiones originales como en traducción, y son el principal antecedente de los libros de caballerías castellanos del siglo xvi.[6] En la Castilla medieval también se desarrollaron ciclos épicos; sin embargo, apenas sobreviven algunos fragmentos de dichas obras.[7] En cambio, a finales del siglo xv comenzó el desarrollo de un género novelesco cuya poética está marcada por los procesos de reescritura, continuación y creación de ciclos: los libros de caballerías. El género dominó a los lectores y a las imprentas castellanas y europeas del siglo xvi, si bien en la actualidad los libros de caballerías son conocidos, acaso, por haber enloquecido a un hidalgo manchego de nombre incierto, Alonso Quijana o Quijano, hasta convertirlo en don Quijote. Entre finales del siglo xv y las primeras tres décadas del siglo xvii, ningún género tuvo tantos títulos, ediciones y lectores como los libros de caballerías castellanos, cuyo corpus está conformado por al menos 87 títulos distintos. En su mayoría, los libros de caballerías se agruparon en alguno de los siguientes ciclos del género:

 

1. Ciclo de Amadís de Gaula (10 libros)

2. Ciclo de Belianís de Grecia (4 libros)

3. Ciclo de Clarián Landanís (5 libros)

4. Ciclo de la Demanda del sancto Grial (2 libros)

5. Ciclo del Espejo de caballerías (3 libros)

6. Ciclo de Espejo de príncipes y caballeros (5 libros)

7. Ciclo de Felixmagno (2 libros)

8. Ciclo de Florambel de Lucea (2 libros)

9. Ciclo de Florando de Inglaterra (2 libros)

10. Ciclo de Floriseo (2 libros)

11. Ciclo de Lepolemo (2 libros)

12. Ciclo del Morgante (2 libros)

13. Ciclo de Palmerín de Olivia (5 libros)

14. Ciclo de Renaldos de Montalbán (3 libros)

15. Ciclo de Tristán de Leonís (2 libros)[8]

 

Ya en la obra paradigmática y fundacional de los libros de caballerías, el Amadís de Gaula (1508) de Garci Rodríguez de Montalvo se observan los procesos de reescritura y composición de un ciclo. El Amadís de Montalvo es una reescritura de las versiones medievales hoy perdidas de la misma obra. Montalvo modificó la trama del Amadís medieval para introducir una continuación completamente original, las Sergas de Esplandián (1510), iniciando el desarrollo de un ciclo basado en la genealogía del caballero de Gaula. El éxito de ambas obras fomentó la creación de múltiples continuaciones que desarrollando ampliamente el ciclo amadisiano. Estas obras, habría de servir de modelo para la creación y desarrollo de más libros y ciclos de caballerías.

El apogeo del género y sus ciclos se produjo en buena medida a partir de la creación de continuaciones. Así, el final de varias obras del género sentaron las bases para el desarrollo cíclico a través de la promesa de una continuación, ya sea iniciando una nueva línea de acción o dejando sin concluir importantes aspectos de la trama.[9] Este fenómeno textual ya se observa en el final de las Sergas, donde se inician las aventuras de una nueva generación de personajes del linaje amadisiano, tras el encantamiento de los protagonistas hecho por la maga Urganda en el penúltimo capítulo.[10]Entonces, la conclusión de las Sergas establece el principio de su propia continuación.

Este modelo de final textual fue utilizado en otros libros de caballerías y permitió el desarrollo de los ciclos. Los impresores también se beneficiaron de este impulso cíclico, pues imprimir una continuación de una obra previa que ya gozaba de éxito entre el público, garantizaba la existencia de cierto interés por la obra nueva dentro de un marco cíclico. Dicho modelo se adoptó en otros géneros y obras como el Quijote, donde al final de la primera parte cervantina (1605) se anuncia una continuación; al igual que ocurre con la primera parte del Guzmán de Alfarache (1599) de Mateo Alemán.

Para que la influencia del modelo de cierre de las Sergas llegara hasta el siglo xvii, fue necesario el desarrollo del ciclo amadisiano. Montalvo nunca publicó una continuación, pero otros autores se encargaron de escribir continuaciones y desarrollar el ciclo amadisiano, convirtiéndolo en el más extenso y popular. Las continuaciones de las Sergas se han clasificado en dos grupos, conocidos como ramas, pues constituyen tramas divergentes a partir de las obras de Montalvo. La primera rama amadisiana la forman el Florisando de Ruy Páez de Ribera, continuación de las Sergas, y el Lisuarte de Grecia de Juan Díaz, continuación del Florisando. La segunda rama del ciclo de Amadís fue la más extensa y exitosa. Con la excepción del Silves de la Selva de Pedro de Luján, esta rama fue desarrollada por el gran Feliciano de Silva, en su Lisuarte de Grecia, Amadís de Grecia y sus tres Floriseles.

La primera rama se aleja del Amadís, proponiendo una reescritura del modelo narrativo y caballeresco que enfatiza la didáctica y el ideal cruzado a través de las continuaciones. Por el contrario, la rama de Feliciano de Silva y Pedro de Luján es más cercana al modelo narrativo del Amadís de Gaula, aunque Feliciano comenzó una importante experimentación narrativa en el género. Así, estas obras generaron complejas relaciones intertextuales de continuación, fidelidad, oposición y reescritura con las obras de Montalvo, las otras continuaciones y las ramas del ciclo. Luego, el ciclo de Amadís dista de ser un corpus unitario, donde la posibilidad de variación, contradicción y modificación aparecen en la génesis del ciclo con los libros de Montalvo y permanecen en las continuaciones. Su carácter de impresos no impone rasgos de unidad y estabilidad textual que asociamos con este formato en la actualidad, puesto que las obras del ciclo amadisiano conciben las obras previas del ciclo como abiertas, para ser tanto continuadas como alteradas de manera explícita.

Description of Great Britain and Ireland (c.1574), f.36 - BL Add MS 28330

Description of Great Britain and Ireland (c.1574), f.36 – BL Add MS 28330

El ciclo amadisiano contiene los procesos más complejos de reescritura y continuación dentro de su género. Dichos procesos continuaron en otros libros de caballerías en distintos grados e, inclusive, con rasgos novedosos, al punto de transformar la inestabilidad textual en un rasgo de la poética del género y no de la producción textual, como en el ciclo de Espejo de príncipes y caballeros, en la segunda mitad del xvi. Otros géneros y obras de la época retomaron algunos de los procesos intertextuales cíclicos, de continuación y reescritura, basta con pensar en las relaciones intertextuales entre los Quijotes cervantinos y el de Alonso Fernández de Avellanedao en los Guzmanes de Alemán y el de Mateo Luján de Sayavedra.[11]

Quedan muchos elementos que estudiar a fondo sobre los libros de caballerías castellanos, en particular, sobre sus procesos de reescritura, continuación y formación de ciclos. La influencia de los rasgos literarios y materiales de los libros de caballerías no está limitada al propio género sino que repercutió en la prosa de ficción aurisecular, así como a la novela europea renacentista y barroca. Apenas comienza el desarrollo de esta compleja línea de investigación, en lo que concierne a los libros de caballerías castellanos, pero su alcance diacrónico es innegable, pues seguimos familiarizados con los procesos de continuación, reescritura y formación de ciclos en relato contemporáneos heroicos ya sea en la literatura, comics, cine o videojuegos, desde el rey Arturo hasta Star Wars.

 

[1]Jacques Le Goff, Héros et Merveilles du Moyen Age, París, Seuil, 2005, 211.

[2]Para un panorama de la literatura artúrica francesa véase The Arthur of the French. The Arthurian Legend in Medieval French and Occitan Literature, ed. Glyn S. Burgess y Karen Pratt, Cardiff, University of Wales Press, 2006.

[3]Rita Copeland, Rhetoric, Hermenutics, and Translation in the Middle Ages. Academic Traditions and Vernacular Texts, Cambridge, Cambridge University Press, 1991, 151–54.

[4]Paul Zumthor, “Intertextualité et mouvance”, Littérature 41, 1981, 8–16.

[5]Cyclification. The Development of Narrative Cycles in the Chanson de Geste and the Arthurian Romances, ed. Bart Besamusca, Willem P. Gerritsen, Corry Hogetoorn, y Orlanda S. H. Lie (Amsterdam: Royal Netherlands Academy of Arts & Sciences, 1994).

[6] Al respecto véase David Hook, ed., The Arthur of the Iberians. The Arthurian Legends in the Spanish and Portuguese Worlds (Cardiff: University of Wales Press, 2015).

[7]Alan Deyermonnd, La literatura perdida de la Edad Media castellana. Catálogo y estudio. I. Épica y romances (Salamanca: Universidad de Salamanca, 1995).

[8] Esta lista, con algunas modificaciones, proviene de José Manuel Lucía Megías, Imprenta y libros de caballerías (Madrid: Ollero y Ramos, 2001), 65–67.

[9]María Carmen Marín Pina, “Comenzar por el final. Sobre la génesis y el principio de las continuaciones caballerescas”, en Le commencement… en perspective. L’analyse de l’incipit dans la littérature du Moyen Âge et du Siècle d’or, ed. Pierre Darnis (Toulouse: CNRS-Université Toulouse-Le Mirail, 2010), 137–48.

[10]Garci Rodríguez de Montalvo, Sergas de Esplandián, ed. Carlos Sainz de la Maza (Madrid: Castalia, 2003), 822–26.

[11] Al respecto véase Daniel Gutiérrez Trápaga, “De los Amadises a los Quijotes: continuación y ciclo en Cervantes y Avellaneda”, Historias Fingidas 4 (2016): 137–55. Disponible en http://historiasfingidas.dlls.univr.it/index.php/hf/article/view/51/99

 

[1]Este artículo presenta algunas ideas de mi reciente libro Rewritings, Sequels, and Ccycles in Sixteenth- Century Castilian Romances of Chivalry: “Aquella Incabable Aventura”, Woodbridge, Tamesis, 2017.

Jehan de l’Escurel o la polifonía como potencia (II de II)

Israel Álvarez Moctezuma

Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

II

Hacia principios del siglos XIV, el canónigo y catedrático de París, Jehan de Lescurel, maestro de Vitry, trabajaba vehementemente en la renovación musical, estilística y cultural que revolucionará la música en Occidente. La existencia de Jehan parece encender la historia de la música medieval como un relámpago. Se conoce muy poco de su vida. Sabemos mas de su muerte. Jehan fue colgado en el cadalso de los ladrones comunes de París, junto con otros delincuentes, encontrado culpable de asesinato, robo y violación dentro de un monasterio de religiosas, el 23 de mayo de 1304. Después de ejecutado, su cuerpo fue descuartizado y arrojado tras las murallas de la ciudad. Al parecer murió a los 29 años, una edad precoz para un clérigo de la época. Lescurel fue uno de los jóvenes clérigos que conocieron la poesía y la música de los troveros en las fiestas de la corte y en las tabernas parisinas. Él escuchó y analizó estas músicas y comprendió que les hacía falta sofisticación y refinamiento. Conocemos de Lescurel cinco virelais, quince ballades y once rondeaux. Éstas fueron las formas del nuevo arte, que habrían de perdurar durante siglos dentro de la música europea. Trabajos de perfección extraordinaria, el arte de un innovador, es decir, de un inventor de música. A pesar del reducido número de obras que se conocen de Jehan de Lescurel, en ellas se puede apreciar el trabajo de un trovador como ningún otro.

Remède de Fortune, Mns Franc., 1586, fl.51r, BNF. (ca. 1350-1355)

Remède de Fortune, Mns Franc., 1586, fl.51r, BNF. (ca. 1350-1355)

El trabajo de Lescurel se encuentran recopilados en uno de los códices que contiene el Roman de Fauvel, colección de poesía y música que constituye una de las fuentes documentales más importantes para comprender el Ars Nova. El Roman de Fauvel es el título de un extenso poema en dos partes,  una típica sátira medieval sobre la corrupción de la monarquía y la cúpula eclesiástica, simbolizada por un burro llamado Fauvel. Comenzando por papas y emperadores, los hombres de toda condición social se corrompen cuándo desfilan y danzan para acariciarlo ansiosamente.[1] La temática principal de la música de Jehan de Lescurel es el amor. El amor a las damas, a las Señoras del fine amour. En la obra de este trovador, el amor es la fuerza suprema, una ciencia, y el único fin trascendente en la vida de los hombres. Esta concepción refinada del amor provino directamente de la cultura cortesana y trovadoresca de Provenza, de Champaña y de las cortes francesas. Lescurel divinizó el amor, pero no lo hizo como los poetas marianos lo hicieron en las cantigas de la corte de Alfonso X de Castilla; él sacralizó y exaltó el amor mundano a las damas, a las que llamó en sus obras Mi Señora y Reina, centro y fuente de su arte. Cuando Lescurel habla de los luminosos ojos de su amada nos recuerda el tono con que se cantaba a la Virgen —Notre Dame— en la catedral de París, pero él canta a una señora mundana con la misma técnica de las antífonas, pero con el efecto y las concepciones de los trovadores occitanos. En Dame, par vo dous regart, las palabras del trovador para su amada resuenan en el corazón con la infinita ternura del amor sacralizado, como quien canta a la Reina de Reinas, la Virgen Maria.

Dame, par vo dous regart/ Sui espris de vous amer/ Mon cuer senz lié et gaillart,/ Dame, par vo dous regart./ Ainsi vous sers main et tart,/ Et touz jours m’en veil pener./ Dame, par vo dous regart/ Sui espris de vous amer.[2]

Lescurel trova para honrar la belleza de las Señoras. En Bontés, sen, valour et pris, la dama de sus amores es fuente de dulzura, cuerpo divino dotado con todos los dones de la Diosa Naturaleza, una cara dulce, la belleza suprema, celestial. Se declara devoto adorador de su dama, le otorga su eterno servicio, su amor, su cuerpo y su alma, que sólo puede sobrevivir si bebe de la sagrada fuente de gracia y dulzura, es decir, del cuerpo de su señora. Amor que llega al paroxismo retórico, abigarrado de una sensibilidad casi religiosa, discurso inflamado e interminable, erotismo y sonoridad se conjugan para la creación de una perfecta ballade. El amor se convierte en algo obsesionante que se alimenta con sus propios tormentos, que, a la vez, lo fortifican; es un amor de compleja contradicción.

Ensemble Gilles Binchois/Dominique Vellard – Dame, par vo dous regart (Rondeau) W24

Sin embargo, Lescurel no se encasilla en la retórica del amante embebido en su dama. En la ballade, Amours, que vous ai meffait, canta sobre el lamento de una doncella que ha perdido a su ami —es decir a su amante—. Lescurel hace de esta doncella una heroína que maldice su destino y que llora por su propia muerte, que es inevitable, una muerte de amor. Es imposible no fascinarse con la manera en que el ornato melódico se enrolla tiernamente en la palabra ammee, es decir, la mujer que desea el amor. Bellezas melódicas complementan la suavidad, la melancolía, el matiz de las palabras. Lescurel revela, aquí, la retórica musical de la escuela parisina, de las formas y los recursos sonoros y poéticos. En las demás obras de Lescurel descubrimos la búsqueda prodigiosa del amor sempiterno, de la traición de un amante a su dama, la exquisita belleza del sensitivo corazón de dos amantes. De refinada sonoridad, sus obras exhalan un hálito cálido y nostálgico. La luz de su Fontaine de grace es de una textura festiva y sofisticada, pero profundamente melancólica. De lo que no cabe duda es de que, por encima de esta abigarrada retórica, el amor cortés supo encontrar el milagroso equilibrio entre el alma y el cuerpo, entre el corazón y el espíritu, entre el cuerpo y la sensibilidad. Cultura brillante, de sonido, de palabra, de música y de rito. El amor cortés daría origen a una scholastica cortés con Guillem de Lorris y otros. Los trovadores legaron a la civilización occidental una creación cultural para la sensibilidad de los hombres y las mujeres. Lescurel, asesino, violador y profanador, fue también un genial trovador de música, notablemente expresivo, maestro de la técnica del Ars Nova que supo capturar la esencia del fine amor. El estilo musical y conceptual de Lescurel marcaría la pauta para la música profana francesa que le sucedería, en las figuras de Vitry y Guillem de Machau. Así pues, por su elaboración melódica, las obras de Jehan de Lescurel muestran que el proceso del Ars Nova estaba en marcha desde el inicio del siglo XVI. La poesía y la música de Jehan de Lescurel fueron esencialmente arte de corte. En el poema Fontaine de grace, escrito hacia 1332 y en el que están insertas algunas composiciones musicales, el autor describe la atmósfera elegante y refinada, así como el delicado clima sentimental en que se sitúa la actividad musical:

[...] Junto al castillo vi un jardín donde había prados y fuentes, damas, caballeros y damiselas y un gran número de otras gentes muy alegres y divertidas que danzaban graciosamente; no había ni instrumentos ni ministriles, sino sólo cancioncillas agradables, corteses y sencillas. Cuando los vi, mucho me alegré, y más aún cuando me introduje entre ellos [...] y así me acerqué a los que danzaban como una persona que piensa en su dama [...] ella volvió sus dulces ojos hacia mí y lo hizo tan dulcemente que me pareció que me amaba con noble amor, y cuando hubo hecho una media vuelta por lo cual estuvo más cerca de mí, sonriendo con su cortesía, muy cortésmente me llamó diciendo: –‘¿Qué hacéis allá, bello señor? ¡Danzad con nosotros!’– Y yo súbitamente me incliné y la saludé humildemente. Pero cambié de color varias veces cuando le hablé, tanto que tenía el rostro o sonrojado o pálido, y ciertamente me di cuenta de que ella supo por mi rostro el amor, el deseo, el ardor y todo lo que en mí había: que yo era suyo para siempre y cuánto la amaba con amor sincero. Me devolvió cortésmente el saludo, pero de manera rápida, para que nadie se diese cuenta de que yo había ido por amor hacia ella; me tendió su pequeña mano y yo, que quiero y debo hacer su voluntad, no rehusé y me puse a danzar. Pero no había bailado mucho tiempo cuando ella me dijo dulcemente que era necesario que yo cantase y que, por tanto, me dispusiese a hacerlo, pues había llegado mi turno. Yo le respondí al instante: –‘Señora mía, quiero cumplir vuestra orden, aunque entiendo escasamente de canto, pero así se hará porque os place’–. Entonces, sin tardanza comencé este virelai, que se llama chanson ballade [así, en efecto, debe ser denominado]: Dame, a vous sans retollir [...] Terminada mi canción, una dama que la había danzado comenzó a su vez a cantar y me pareció alegre, amable y graciosa. Así se puso a cantar sin demora: Dios, ¿cuándo negará el tiempo y la hora en que vendrá aquél que amo tanto? Y terminó su canción, y cuando la hubo terminado mi dama dijo: –‘Bien dicho y con gracia, pero ahora llegó el momento de retirarnos.’– Y entonces todos se pusieron a caminar hacia el castillo tras ella [...] Cuando estuvimos allí reunidos me puse contento. Luego subimos por la escalinata a una capilla muy elegante de oro y pintada por mano de artista con los más bellos colores como yo jamás había visto. Así fue preparada la misa devotamente dicha y oída y ahí yo dirigí mis plegarias a Dios […] A continuación, todos nos trasladamos a una sala elegante y pulcra, donde cada uno fue, a mi juicio, atendido y servido de maravillas tanto de vino como de manjares cuanto el cuerpo y el apetito pedían. Allí tomé mi sustento y entretanto admiraba los modales, la postura, la conducta, el porte de aquella que es toda mi alegría. ¿Y quién vio después de una comida aparecer ministriles mejor dispuestos y arreglados? [...] Cuando hubieron hecho una stampie, las damas y sus acompañantes salieron de dos o de a tres, teniéndose de las manos, hacia una cámara muy bella. Y no hubo nadie que si quería divertirse, danzar, cantar o jugar a las damas, al ajedrez, tocar instrumentos, con cantos, con sonidos, que allí no encontrase su diversión preferida, y así había músicos tan hábiles y expertos a la antigua y a la nueva usanza que la Música, que forja los cantos, y Orfeo, que cantaba tan bien que hechizaba a todos los del infierno con la dulzura de su canto, comparados con éstos no habrían sabido cantar.[3]

Boccacio ha situado los prodigiosos cuentos del Decameron en una villa de la campiña florentina. Huyendo de la ciudad donde la peste negra hacia estragos, se había reunido allí un grupo de hombres y mujeres. Para olvidar los terrores dudan entre el sueño místico y el placer. Secretamente confiesan sus pecados. En la reunión aparentan reír y no hablan más que del amor cortés y caballeresco, la música preciosa y la fiesta. Aturdirse en el placer y hacerse cada uno su paraíso aquí abajo. Un paraíso profano donde, de una orilla a otra del arroyo, se tenderán la mano el hombre y la mujer.


[1] R. Hoppin, La música medieval, op. cit., pp. 373 y ss.
[2] Nigel Wilkins (ed.), The works of Jehan de Lescurel, [Roma], American Institute of Musicology, 1966, p. 343.
[3] “Remede de fortune”, fragmento, en Anne Walters Robertson, Guillaume de Machaut and Reims: Context and Meaning in His Musical Works, Cambridge, Cambridge University Press, 2002.

Robert A. Hall y la reconstrucción del proto-romance

Rubén Borden Eng.

Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.

Uno de los procedimientos más conocidos en el ámbito de la lingüística histórica es, sin duda, el del método comparativo que tiene por objeto la reconstrucción de lenguas hipotéticas sobre las que no hay evidencia directa. Estas lenguas, también conocidas como proto-idiomas, se reconstruyen con base en los rasgos comunes que arroja la comparación sistemática de un conjunto de idiomas relacionados genéticamente. A grandes rasgos, el éxito de cualquier reconstrucción depende básicamente del material disponible y de la capacidad que posee investigador para identificar los procesos de cambio ocurridos en la historia de las lenguas que se comparan. En las discusiones sobre el grado de certeza de las reconstrucciones, algunos investigadores han hecho hincapié en el carácter hipotético de la empresa, insistiendo en que se trata de fórmulas prefabricadas a partir de los ejemplos de las lenguas comparadas, debido a que el método comparativo de reconstrucción no toma en cuenta factores como la variación dialectal o el contacto entre las lenguas emparentadas, una vez que éstas se han desprendido de la lengua originaria. Sin embargo, otros ven en las reconstrucciones intentos genuinos por recuperar algunas de las características que realmente tuvo una determinada “lengua madre”, conscientes de que sólo se trata de aproximaciones hipotéticas que de algún modo permiten explicar diversos procesos de cambio (fundamentalmente a nivel fonológico y morfológico).

En el campo de la lingüística románica, la reconstrucción del proto-romance sirvió para añadir una posibilidad más a las opciones propuestas sobre el origen de este grupo de lenguas. Como se sabe, actualmente casi todos los manuales de lingüística y filología románica coinciden en afirmar que las lenguas romances no provienen del llamado latín clásico o sermo urbanus, ni del latín medieval carolingio, sino del latín vulgar, también denominado sermo quotidianus, plebeius o vulgaris, que, en términos generales, correspondía al latín hablado por la gente de las provincias y que, en comparación con el latín clásico, ofrecía una notable economía formal. Sin embargo, uno de los principales problemas que ofrece la aceptación del latín vulgar como punto originario del desarrollo de las lenguas romances deviene del amplio marco temporal, geográfico y social al que se vincula, ya que los términos sermo vulgaris y sermo plebeius no definen claramente las posibilidades de la estratificación social o geográfica a las que se aplican. Asimismo, el latín vulgar, al ser considerado por la mayoría de los romanistas como un antecedente directo del italiano y de las lenguas romances occidentales, estaría próximo a una especie de proto-romance italo-occidental, más que a la lengua originaria de todo el grupo, y en este sentido es que adquiere importancia la reconstrucción de un proto-idioma a partir de los datos que ofrece no únicamente el latín, sino también algunas de las lenguas más representativas del grupo. Básicamente, al aplicarse el método comparativo de reconstrucción al caso de las lenguas romances, lo que se pretende es generar una lengua hipotética a través de la cual sea posible identificar aquellos puntos de contacto y divergencia que presenta el grupo románico.

Antifonario de León (siglo XI), fl 1v. Catedral de León.

Antifonario de León (siglo XI), fl 1v. Catedral de León.

Uno de los trabajos más notables en la reconstrucción del proto-romance es el que realizó Robert A. Hall en la segunda mitad del siglo xx con dos obras que se convirtieron en referente ineludible para el estudio de la reconstrucción lingüística aplicada a este grupo de lenguas. Nos referimos, por supuesto, a Proto-romance phonology (1978) y Proto-romance morphology (1983). En ambas, el autor propone la reconstrucción del proto-romance a través de exhaustivas comparaciones entre el sardo, el rumano, el italiano, el francés, el catalán, el español, el portugués y el latín.

Como puede verse en la tabla 1, Robert A. Hall siguió todos los principios básicos del método comparativo, al contrastar formas cognadas de un conjunto representativo de lenguas y aplicar sobre éstas la regla de “el mayor gana”, para ofrecer una proto-forma reconstruida (marcada con *) que se sustenta en los propios datos comparados. Así pues, en la tabla 1, aunque el objetivo es mostrar la resistencia al cambio que posee el fonema bilabial nasal /m/ en posición intervocálica, la misma lista de ítems da cuenta de algunos aspectos concernientes al comportamiento de otros segmentos, como la aspiración de /f/ en español, la diptongación de /a/ en francés, la sustitución de la cantidad vocálica o la monoptongación del diptongo /uo/ del latín.

Tabla 1. Lista de cognadas para la reconstrucción del fonema bilabial nasal */m/ en posición intermedia (Hall, 1976: 82).

Sard.rámufúmutráma
Rum.——-fúm(u-)tráməkúm
It.rámofúmotrámakó^mo
Fr.ráimfúmtráiməkó^m
Cat.rámfúmtráməkó^m
Span.rrámohúmotrámakó^mo
Port.rámufú^mutrámakó^mo
PRom.*rámu*fú^mu*tráma*kó^mo
Lat.ra:mu-fu:mu-tra:makuo:modo:

En el caso de la morfología, el procedimiento es muy similar: se toma una lista de ítems cognados, sobre los cuales se hacen observaciones sistemáticas que permiten identificar los puntos de contacto y divergencia para un tema concreto, en este caso, los sufijos de persona que actúan sobre la inflexión en verbos de la primera conjugación en presente de indicativo y voz activa. Como en el caso anterior, en la tabla 2, los ejemplos por sí mismos permiten identificar un número considerable de procesos que atañen no sólo a las vocales, sino también a las consonantes y a los elementos suprasegmentales, como el cambio de cantidad o la nasalización de la /a/ en el caso del portugués.

Tabla 2. Lista de cognadas para la reconstrucción del sistema de inflexión verbal correspondiente a verbos de la primera conjugación en presente de indicativo voz activa (Hall, 1983: 43):

Sard.kántokántaskántatkantámuskantátiskántat
Rum.kíntkínzkíntəkintémkintázkíntə
It.kántokántikántakantámokantátekantáno
Fr.chántchántəschántəchantónschánrǽzchántənt
Cat.kántkántəskántəkantámkantáukántan
Span.kántokántaskántakantámoskantádeskántan
Port.kã´ntokã´ntaskã´ntakãntámoskãntádeskã´ta
PRom.*kánto*kántas*kántat*kantámus*kantátis*kántat
Lat.kanto:kanta:skantatkanta:muskanta:tiskantant

El asterisco que antecede a cada una de las reconstrucciones dadas en el caso del proto-romance indica precisamente que se trata de una forma reconstruida sobre la que no existe evidencia documental, pero que bien sirve para explicar la tendencia en el desarrollo de todo el paradigma verbal al interior del grupo románico (o al menos en algunas de sus lenguas más representativas). Dicho en otros términos, la protoforma debe ajustarse a las características que posee la mayoría de los ítems cognados dentro del esquema de comparación.

Aunque las obras de Robert A. Hall en su momento recibieron diversas críticas, debido quizá a que muchos estudiosos hubieran querido ver menos espacio dedicado a las tablas comparativas y más a la discusión profunda sobre los problemas que intervienen en el desarrollo de las lenguas romances, el objetivo primordial del autor estaba centrado en la posibilidad de que todo aquello que se pudiese reconstruir con base en los modernos idiomas románicos debería corresponder necesariamente a un tipo de lengua intermedia entre el latín escrito y las modernas lenguas románicas. El trabajo de Robert A. Hall es importante sin duda, debido que ofrece una gran cantidad de información para identificar evidentes procesos de cambio en el sistema fonológico y morfológico que distingue al latín de las lenguas romances, sin embargo, el reto actualmente no está en decir que la vocal baja central de la raíz PRom. *kánt- se convirtió en una vocal alta anterior en la raíz del Rum. kínt-, sino en explicar detalladamente por qué ocurrió ese cambio, tomando en cuenta la relación interdependiente que existe entre los distintos niveles de un sistema lingüístico, en el entendido de que un fenómeno fonológico determinado puede explicarse en parte por sus condiciones morfológicas y viceversa.

En resumen, el meollo de la reconstrucción del proto-romance, no tiene que ver tanto con la comprobación de los datos y su grado de realismo, sino más bien con los medios a través de los cuales es posible establecer un proto-idioma que permita explicar la gran cantidad de procesos que intervinieron en la conformación de estas lenguas. En cierto modo, la esencia de la reconstrucción lingüística es, precisamente, la de enfrentarse a la posibilidad de generar hipótesis que expliquen procesos de cambio sobre los que no tenemos, y probablemente nunca tendremos, evidencia clara y confiable. Si bien esto podría parecer un extremo en el caso de lenguas tan bien documentadas como las románicas, la aplicación del método comparativo y la reconstrucción del proto-romance, debido precisamente a la inmensa cantidad de materiales de los que se dispone, arrojan datos de suma importancia para el conocimiento no únicamente de ese grupo de lenguas, sino también para la evaluación del método comparativo en sí mismo, dado que, finalmente, de una forma u otra, la mayoría de los investigadores están convencidos de que el latín (clásico, vulgar, tardío, carolingio, etc.) es la evidencia más próxima de la que se tiene noticia sobre aquel lejano ancestro de las lenguas románicas antes de su fragmentación.

 

Bibliografía

Fox, Anthony, Linguistic Reconstruction. An Introduction to Theory and Method, Oxford University Press, 1995.

Hall, Robert A., Proto-romance phonology, Elservier Publishing Co., Amsterdam, 1976.

–, Proto-romance morphology, John Benjamins Publishing Co., Amsterdam, 1983.

Ponsser, Rebeca, The Romance Languages, Cambridge University Press, 1996.

Robert L. Rankin, “The Comparative Method”, The Handbook of Historical Linguistics, Edited by Brian D. Joseph and Richard D. Janda, Blackwell, Malden, 2003, pp. 183 -210.